martes, 31 de mayo de 2016

Rodadero

Domingo 13 de marzo

Amaneció un poquito nublado, pero con una hermosa temperatura. Después del rito de desayunar con mate en el balcón, averiguamos con el recepcionista y nos fuimos a tomar un bus de transporte urbano en la Bomba de servicio.


En veinte minutos y con ayuda del chofer bajamos en la parada correcta en Rodadero, una playa en Bahía Gaira que debe su nombre a la costumbre de deslizarse por un gran médano, rodando hasta el mar. 

José, que atiende en un pequeño restaurante de playa pintado de verde, nos contó con mucho sentimiento que una draga china llenó de arena la playa y corrió el acceso del mar. También que cuando construyeron edificios sobre el cerro, con los martillos neumáticos desplazaron la arena; y por esos motivos ya no es posible disfrutar la rodada como cuando era chico.


Lo vimos sucio, con restos de construcción y las infaltables bolsitas de nylon, además de botellas y latitas. Una pena!

Igual la playa es linda, con una avenida de palmeras y un puente sobre un río en el otro extremo.



Desde allí se tiran los adolescentes a rescatar monedas. Un pasatiempo que ya habíamos observado en Venezuela.

De ambos extremos de la playa, salen barquitos a Playa Blanca y el Acuario. Decidimos obviar el Acuario, pensando que sería similar a Mundo Marino de San Clemente, o Aquarium de Mar del Plata; así que sólo elegimos ir a Playa Blanca, que no es de arenas tan blancas.


Nos acosaron los vendedores de todo: ropa, artesanías, bebida, comida,... hasta que nos tiramos en el pareo sobre la arena. Parece que descubrimos un código, no nos ofrecieron más nada. Luis dice que esa es una "bandera de rata", que no pagaremos por nada, je je.  Pero si nos tentaron con cocadas!


Cuando empezó a apretar el sol de mediodía nos volvimos a Rodadero. Paseamos por galerías y artesanatos, viendo potenciales presentes para familiares y amigos. Nos gustaron varias cosas por bonitas y diferentes.

Almorzamos una cuadra más adentro y aprendimos sobre los "almuerzos corrientes", de más bajo precio y algo así como el plato del día. Consisten en una porción de carne (de res, cerdo, pollo o pescado) con un poquito de ensalada, arroz y patacones o maduro frito (plátano), que sirven luego de una sopa. O sea bastante completitos y llenadores.

De regreso en la playa, observamos la moda playera, con bastantes transparencias y tejidos abiertos, pero a la vez mucho más vestidas todo el tiempo, en contraste con nuestro estilo de usar sólo la biquini y vestirnos cuando nos vamos.


Paseamos un rato más por el centro y encontramos un supermercado. Compramos cerveza y algo para cenar y volvimos al hotel. Esta vez viajamos en un bus "tuneado" y con vallenato "al taco", muy divertido!

En el hotel bajamos otro rato a la playa, luego pileta y un poco de jacuzzi con charla. Con otros matrimonios intercambiamos datos y experiencias para lo que sigue. Agendamos mentalmente ir al Sombreron en Cartagena y comprar Ron en San Andrés, por ejemplo.

Tan distraída estaba que olvidé mis Crocs... y no los encontré más. Extraño lugar para que me robaran un par viejito... En un principio pensé que alguien se había confundido, pero no había "suplentes", y tampoco aparecieron después.


Al anochecer subimos a cenar al balcón, leer y hacer sociales por Internet. Terminé el libro de Isabel Allende con muchas ganas de ir a Saint Domingue (Dominicana - Haití). Ahora empezaré alguno de Gabo, para empezar a vivir Cartagena.

jueves, 26 de mayo de 2016

Costa Azul

12 de marzo
Al despertar tomamos conciencia del lugar, revisamos el frigobar y los enceres del baño. Faltaban un par de cosas y toalla! Tomamos mate en el balcón, con vista a las piscinas, pensando en las nenas. 


A continuación ordenamos el equipaje. Estábamos instalados en el segundo piso, así que bajamos para pasear por las instalaciones para conocer el Hotel.



Se veía hermoso!!!! ( y seguimos pensando en nuestras nietas....)



Luego salimos a los alrededores. Por la playa hacia la derecha, subimos a un muelle abandonado y vimos el aeropuerto. El hotel está ubicado muy cerca del final (o principio) de la pista.


Hacia la izquierda caminamos unos pocos metros y encontramos puestitos que empezaban a prepararse. Volvimos con la idea de descansar en la playa y las piletas, alternando.


En la playa nos ofrecieron de todo, pero destacó una mulata que me tentó con una "pruebita" de sus manos para deleitarme con un excelente masaje. Juana es una persona llena de luz y sanadora. Reconoció mis achaques y me dejó "nuevecita". Luis se reía de mis caras, y de no querer que termine nunca. No está de más decir lo mucho que lo disfruté. "Me saqué el cansancio en el mar" como me sugirió y buscamos donde almorzar.
Nos inclinamos por la sugerencia de una señora de Bogotá, que mientras probaba el jacuzzi me contó de un puestito justo arriba de la barrera de ingreso al hotel. No creo que jamás haya atendido a algún argentino: era muy precario, pero al observar en detalle estaba limpio y con insumos frescos. Elegimos comer un róbalo con arroz en coco, patacones y ensalada. Solo tenían Coca Cola y hacía mucho que no tomábamos una. Apenas nos sentamos nos trajo sopa de pescado, muy sabrosa. Apenas terminamos nos sirvió el plato, que no era uno sino dos, con el róbalo partido al medio en cada uno.

Con un almuerzo así nos volvimos a la habitación a dormir la siesta, y la tarde la pasamos entre el mar y la pileta, con mate y croisantes de mantequilla. Uno cada uno, porque son grandes y no tan hojaldrados, sino un poco "panosos".


El atardecer nos sorprendió, precisamente a las seis, rápido y fabuloso. Lo disfrutamos un montón, y lo compartimos en Facebook. Obvio se llenó de likes.


En la habitación disfruté un poco de lectura, "La Isla bajo el mar" de Isabel Allende. Luis revisó los canales de TV.

martes, 24 de mayo de 2016

Santiago - Bogotá - Santa Marta

11 de marzo

A las cuatro sonaron los despertadores. Nos levantamos y desayunamos “todo”, lo que había quedado. Cerramos las mochilas y partimos. Perdimos el Turbus Aeropuerto de las cinco, pero tomamos el de cinco y veinte, que en apenas veinticinco minutos nos dejó en el Arturo Merino Benítez. Habíamos comprado los pasajes la tarde anterior, $2800 cada uno por ida y vuelta. Son abiertos, sin horario ni asiento y valen por tres meses. Los buses son grandes y tienen un espacio destinado al equipaje en la planta baja.
En el Aeropuerto despachamos el equipaje, hicimos nuestro trámite de salida por Migraciones y paseamos por los distintos comercios sólo mirando para no cargar nada más y no gastar, hasta el momento de embarcar. Partimos en horario y pasamos las seis horas de vuelo mirando películas. Aproximadamente a las diez nos sirvieron el desayuno, un omelette, pero a nosotros nos resultó un almuerzo dado el tiempo transcurrido.


Cuando llegamos a Bogotá “retrocedimos” dos horas, lo que hizo que tuviéramos más tiempo de espera de lo que imaginamos.


Hicimos los trámites de ingreso al país en Migraciones, pero no retiramos el equipaje, ya que iba directo a Santa Marta.


Tratamos de adelantar el vuelo, pero no fue posible. Averiguamos para conocer Bogotá, pero nos dijeron que si bien el aeropuerto estaba “cerca”, no nos recomendaban salir. El informante dijo que “la ciudad está complicada”, aunque no supimos bien a que problemática se refería.


Por lo tanto, paseamos por “El Dorado”, reconociendo espacios y hasta escenas vistas en la serie de TV. Tomamos fotos y nos comunicamos con la familia. Además gastamos tiempo en redes sociales.


También avisamos al hotel nuestro horario de arribo aproximado, con un teléfono en un kiosco, contratando minutos de celular.  Similar a situaciones vividas en Venezuela, inclusive tomando una Pony Malta, que nos hizo recordar ese viaje.


A eso de las cuatro empezó a llover, cada vez con más intensidad, y se fueron atrasando los vuelos. 


Más tarde nos dio hambre y sed.  El extraño “jet lag” nos afectó y “merencenamos” probando una Bandeja Paisa con jugo de mora. 


Que la comida estaba lista se avisaba con un disco vibrador que hacía luces, muy intensamente. 


Realmente estábamos cansados para la hora del vuelo a Santa Marta, pero aunque en nuestra percepción fue muchísimo sólo llegamos veinte minutos más tarde de lo previsto. El vuelo fue bueno, sin turbulencias y amenizado por un café Juan Valdés. El aterrizaje fue increíble, pareció que amerizábamos por lo cerca que se encuentra la pista del mar. El aeropuerto estaba en refacciones y parecía ubicado en un barrio alejado, bastante oscuro. Tomamos un taxi (no sin regatear el precio), y llegamos al Hotel, también en refacciones y con un conserje atento pero estresado ante tantos pasajeros que le llegamos al mismo tiempo. La habitación era muy linda, con imágenes de la Ciudad Perdida, que apenas vimos, ya que agotados no dormimos enseguida.


jueves, 19 de mayo de 2016

Santiago


10 de marzo

Viajamos toda la noche y llegamos a Santiago muy temprano. Antes de las siete ya estábamos en el Terminal de la empresa Turbus, ubicado en la manzana de al lado del Terminal Sur. Averiguamos por el servicio que tiene la empresa al Aeropuerto, tarifas y horarios que nos resultaban muy convenientes. Dejamos el equipaje en custodia y paseamos por los terminales que están vinculados. Observamos que hay casas de cambio en los dos. También aprovechamos para averiguar por los hoteles de la zona, pensando en el regreso, ya que para hoy teníamos reservado por Booking.com, un apartamento a tres cuadras, pero al que recién podíamos ingresar a las doce.

Era tan temprano que estaba todo cerrado. Empezaron algunos negocios a abrir a las nueve. Igual había mucha gente apurada trasladándose. Llegamos a Estación Central, que tiene un hermoso carrusel y nos hizo acordar de las nietas, pensando en que disfrutarían bajar por la escalerita de princesa o galopar en los hermosos caballitos. 

También observamos las placas con grabados de manos al estilo Hollywood, bordeando las fuentes de la vereda. Algunos famosos nos trajeron a la memoria los gustos de nuestros hijos, y por qué no?, algún recuerdo propio también.

A las doce nos encontramos con Sonia, que nos dio la llave del apartamento, pero que había tenido una demora del pasajero anterior que aún no había desocupado y por ende no estaba limpio. Así que decidimos hacer tiempo en el supermercado Lider a unos 100 m. Lo recorrimos y compramos bastante comida, en realidad muchos “mimos”, tentaciones provocadas por comprar sin urgencia ni lista de compras. 


Volvimos al departamento para almorzar e instalarnos. Estábamos cansados, hacía calor y el lugar era muy cómodo, por lo que nos dormimos una siesta.



Aprovechamos el wifi para comunicarnos con la familia y también disfrutamos la vista en el piso 28, especial para tomar fotos desde el balcón hacia la ciudad y la montaña.


Por la tarde desistimos de ir más lejos y repetimos la zona de paseo por Mall Alameda y Arauco, Estación Central y Terminales. Volvimos para cenar con una cerveza de limón y dormir temprano para madrugar al otro día.



martes, 17 de mayo de 2016

Aluminé - Icalma - Temuco

9 de marzo


Salimos de Aluminé después de almorzar, con destino a la frontera. El recorrido por la ruta 13 va paralelo al río permitiendo disfrutar de los bellos paisajes, en los que se destacan las milenarias araucarias.  A 19 km cruzamos un puente sobre el río Aluminé y dejamos atrás la ruta a Pulmarí, para continuar bordeando el río ahora sobre la margen izquierda.


Pasamos por Lonco Luan, Villa Unión y Villa Pehuenia sin detenernos; y llegamos al edificio de Migraciones y Aduana, que ahora se encuentra después del cruce con la ruta a Moquehue.


Siguiendo unos pocos kilómetros nos encontramos con las instalaciones chilenas aún en construcción, por lo que los trámites los hicimos en Icalma, un hermoso poblado que circunda el lago del mismo nombre.

Poco más de una hora después que salimos de casa, ya habíamos terminado con los trámites y buscamos el bus para seguir viaje. Alcanzamos a tomar el Erbuc de las 15, que por suerte se había demorado, ya que resultó ser el último del día. Los servicios del Narbus eran sólo servicios de verano y finalizaron con febrero.

Es una ruta un poco más larga porque va por la frontera del paso Pino Hachado. El recorrido es muy bonito, bordeando en gran parte el famoso río Bío Bío.
La ruta nos llevó por Lonquimay, las Termas de Malalcahuello, Curacautín, el acceso al Parque Tolhuaca, y en Lautaro subimos a la autopista 5, para llegar al Terminal Rodoviario de Temuco a las 20:15 hs.



Sacamos pasaje en Turbus para 22:15 hs. Cenamos un churrasco (como un lomito, con lechuga, tomate, jamón, queso, mayonesa…), en un puesto callejero enfrente y esperamos la hora de salir en el salón de la empresa viendo TV.