Domingo 20 de Marzo
Alta expectativa: Baru y Playa Blanca! Todo con el que hablamos nos dijo que era el paraíso. Desayunamos temprano y ansiosos en la terraza. Partimos con antelación a la agencia a sólo una cuadra.
Esperamos que lleguen los otros y fuimos al muelle turístico con la empleada de la empresa, que una vez allá nos hizo registrar, pagar los derechos de muelle y Parque Nacional, y pasar al sector donde esperamos que nos llamen para embarcar.
Había mucha gente y seguía llegando más. Observamos los operativos sobre las lanchas y la tripulación. bastante rigurosos, incluso con alcoholímetro. Nos pareció una buena señal, de cuidado y control.
Nos llamaron, embarcamos y partimos, tranquilos, buenas vistas de la ciudad y la Bahía desde el agua, ... pero duró poco: comenzó a acelerar y se transformó en un violento traslado y dejó de ser un paseo. En Tierra Bomba subieron más personas, que resultaron ser "guías",
Recorrimos las Islas del Rosario casi rezando el mismo: a máxima velocidad, subiendo y bajando pasajeros y golpeando la embarcación con las olas, y por ende nuestros huesos en ella.
Realmente el sitio era un paraíso, pero el servicio pésimo. Llegamos al acuario y sitio de snorkeling. Allí debíamos elegir que hacer, no había tiempo para todo.
Antes de bajar fuimos recibidos por un servicio de comidas en barco...
Y nos sorprendió la cantidad de fragatas que volaban en derredor
Elegimos ir al agua. Pese a que tenemos equipo y brevet de buzo, debimos pagar igual porque nos tenía que acompañar un "guía", que como con el de la lancha, no habló casi nada, ni explicó nada de los peces ni del sitio.
Sólo nos trasladó por el recorrido, muy pequeño porque eramos tan diferentes que parecíamos un zoologico: gente que no sabía nadar, que sólo flotaba y un par que sí lo hacíamos.
Tratamos de obviar el malestar y disfrutar el lugar, que era maravilloso y nos hizo sentir exhultantes de placer: corales y peces nos rodeaban. El corolario fue la experiencia de alimentarlos: Fantástica!
Fue poco, pese a que nos prometieron más de una hora, casi no llegamos a la media hora y nos llevaron a buscar a los que habían optado por el acuario.
Encima tuvimos que esperar a un par que se demoraron y de nuevo a sufrir el ciclo de recorrido violento, subiendo y bajando pasajeros hasta llegar a Playa Blanca: una bellísima playa, grande, de arena coralina, con palmeras,... pero atiborrada de gente: parecía la Popular de Mar del Plata en el mejor domingo de enero. Allí almorzamos riquísimo: pescado (mojarra roja), con arroz, ensalada y patacones. Además de la fresca y sabrosa limonada que acompañaba, tomamos una cerveza Aguila y nos zambullimos. El agua estaba divina: tibia y refescante.
Por un par de horas nos comportamos como iguanas de mar: arena, sol, agua,...
Y llegó la hora de retornar, de la misma y cruel manera. Cuando llegamos a Tierra Bomba el "guía Chocolate", se vanaglorió, pidió aplausos y propina. Increíble descaro!
Llegamos al muelle un poco golpeados pero sanos. Volvimos al hotel a bañarnos y reposar una rato, recargando las pilas con unos heladitos matecitos de limón.
Y salimos casi al atardecer. Paseamos por San Diego, su plaza y un poquito del centro. Disfrutamos un rato del Festival de los Dulces, frente a su portal, y nos volvimos a cenar en Getsemaní, en "Este s el Punto".
Como casi todos los días terminamos con sociales en Internet y un poco de lectura. Hoy no subí fotos por dos motivos: aún no repuse la tarjeta de memoria, y el traslado me dejó movidas las pocas que obtuve. Menos mal que Luis pudo tomar mejores con la cámara.